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Crónica del Día Mundial de la Usabilidad en Zaragoza

Bueno, pues tras unos días de mucho trabajo y algún que otro momento de tensión, por fin me puedo poner a escribir sobre el jueves 3 de noviembre de 2005 en la ciudad de Zaragoza, ya que con el esfuerzo subterráneo y la inestimable y desinteresada colaboración de varias personas, que más adelante nombraré, pudimos hacer algo así como una jornada de reunión y debate acerca de la usabilidad en esta ciudad.
Lo cierto es que las cosas no empezaron nada bien. Los portazos recibidos fueron realmente contundentes. Pero como la ilusión de quien quiere hacer cosas es mayor que los intereses creados, el evento se realizó, y fue todo un éxito.
Eran las 8 de la tarde de un día de otoño en el que no hacía excesivo frío. El tráfico por el centro de la ciudad era un horror. Un ejemplo de que los informativos que emiten desde Madrid se equivocan cuando ponen a la capital del reino como modelo de caos circulatorio. El taxista que me llevó hasta del Milímetro Digital parecía enloquecer mientras bramaba contra la Policía Municipal. Por fin llegué, tras irrepetibles juramentos del taxista, al local. Preparo unos carteles, las mesas, las sillas… y a esperar.
La gente va llegando. Viene Mariano, incombustible, y con ganas de repetir el evento antes de que se celebre incluso. Aparecen por allí Rubén, Silvia, José Luis, Jesús, Antonio, Jorge, la otra Silvia, José Antonio, Roberto… la verdad es que me tengo que parar a mirar alguna de las fotos del evento para poder recordar. Eso es bueno. Estábamos todos los que en una u otra ocasión hemos acudido al Cocktail Cadius en Zaragoza. Pero también había alguna cara desconocida.
Compramos unos botellines de agua, por si aparecen los nervios, y empezamos. Los cuatro que estamos enfrente de lo que se supone era la mesa de oradores nos presentamos. Bueno, como cicerone les invito a que se presenten ante el personal. Jesús Tramullas deja claro que él es un académico. Rubén Pamplona vierte la estela de emprendedor a las primeras de cambio, y Rubén Cárdenas pone el contrapunto bohemio y un tanto rebelde. Un servidor procura no entorpecer las opiniones de los tres invitados.
Pero entonces es cuando surge el encanto de nuestro Día de la Usabilidad. No había ordenador. No había pantalla ni cañón de video. No había ningún power point que presentar. Sólo los cuatro ponentes y los cerca de veinte asistentes. Y, de la misma forma que sucedía en las familias del mundo rural en los años sesenta, en las que la ausencia de televisión parecía fomentar las familias numerosas, nosotros nos entregamos a la charla abierta. El público no tenía referentes para descentrarse, y los ponentes no teníamos un asidero para sujetarnos ante un momento de vértigo, de miedo escénico. No quedaba más remedio que el debate abierto, la ruptura del espacio que delimitaba la mesa de los ponentes. Y así se sucedieron los argumentos: páginas usables, páginas para usuarios, accesibilidad, estándares web, problemas de plataforma, experiencias de uso frustrantes y agradables, etc etc etc.
Fueron dos horas que se pasaron a la velocidad del rayo. Hacía mucho tiempo que no se me pasaba el tiempo tan rápido. Eso es bueno¡, sin duda.
Y desde ese punto hasta la hora que cada cual estimó oportuna, el Día Mundial de la Usabilidad se fue consumiendo entre tacos de queso, chorizo y morcilla a la brasa, unas sepias y ya no recuerdo qué manjares. Luego la copa de rigor, y las conversaciones de barra.
Para que luego digan.
Ah, fotos del evento.
NOTA FINAL: el Día Mundial de la Usabilidad en Zaragoza no hubiera sido posible sin la desinteresada colaboración de Mariano Gistaín, el Milímetro Digital, Jesús Tramullas, Rubén Pamplona y Rubén Cárdenas. Muchas gracias a todos ellos.
Bonita crónica. La verdad es que esa sensación de familia vale mucho. En Madrid acabamos tomando cañas y un compañero que lleva poco en este mundillo me decía «parece increibe que siendo todos competencia estemos aquí tan amigos y con tan buen rollo».
Hay algo muy bonito y muy espontáneo en todo esto, verdad?
La verdad es que esa es una sensación que es lugar común de varias conversaciones que al respecto he tenido no hace mucho. La última, mientras escribo esto 🙂