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Diseñar es un proceso, no una metodología

Según la Interaction Design Foundation, el diseño UX consiste en crear productos que consigan que la experiencia del usuario al utilizarlos sea significativa y relevante. Esto supone diseñar el proceso de adquisición, las integraciones dentro del producto, la marca, la usabilidad e incluso las funcionalidades del producto.
Para diseñar una buena experiencia de usuario hay que tener en cuenta una serie de etapas clave. Estas son comprender los puntos de dolor y las expectativas de los usuarios, hacer representaciones de usuarios (user personas), identificar cómo interactúan con la interfaz y con qué objetivo y crear wireframes y prototipos.
Está claro que una parte muy importante del diseño de productos UX lo forman las metodologías utilizadas para desarrollar de forma correcta y eficiente todas las etapas del proyecto. Se necesita una metodología para poder afrontar el diseño de la experiencia de usuario, y teniéndola es más fácil describir el paso por paso del proyecto, consiguiendo tener una estructura clara de cómo se va a desarrollar.

Una de las más utilizadas es la metodología Lean UX, que consiste en crear productos centrados en los usuarios. Esto se consigue preguntándoles directamente a ellos qué quieren y cómo lo quieren, testeando el producto conforme se va avanzando en el proyecto e iterar conforme al feedback recibido. Al unir todas estas características se consigue aumentar las posibilidades de éxito del producto, ya que se ha preguntado directamente a los usuarios sobre su opinión antes de que el producto salga a la luz.
Esta metodología consigue acortar los tiempos de trabajo, optimizando todos los productos productivos, que es lo que se consigue siguiendo un enfoque iterativo. Sin embargo, hay que tener en cuenta que cada proyecto es un mundo, y no debemos encasillar el proyecto utilizando una metodología concreta y seguirla al pie de la letra.
Aunque esta metodología (y otras, como la metodología Agile) ha ayudado en muchos proyectos, paradójicamente debemos aplicar su mantra principal: lo más importante es adaptarse. Y es que diseñar es un proceso, no una metodología concreta.
Cada proyecto es diferente y la mejor opción es hacer que cada proceso sea acondicionado para su situación individual. Igual puedes encontrarle otra función práctica para tu proyecto a una herramienta que en un principio no estaba dedicada para ello, pero al utilizarla de la forma x se ha agilizado tu trabajo.
Pensar fuera de la caja
¿Cómo vamos a crear productos nuevos e innovadores si no somos capaces de pensar out of the box? Puede ser que un proceso que normalmente se utiliza solo en una fase concreta lo puedas utilizar en otro punto de un proyecto específico. No hay que tener miedo a utilizar los recursos de los que disponemos si nos pueden ser útiles y facilitar el trabajo, aunque no sea de la forma en la que normalmente se utilizan o de la manera que puedas esperar en un principio.
Igual que la Coca-Cola, que nació como un medicamento y luego se convirtió en el top de los refrescos más consumidos en el mundo, nosotros también podemos encontrar otros usos útiles para agilizar y enriquecer los procesos de diseño de productos UX. Además, es muy reconfortante encontrar nuevos usos y funcionalidades que mejoran tu propio proceso de diseño.
En el Estudio, por ejemplo, utilizamos hojas de cálculo de algún modo en todas y cada una de las áreas que tiene la empresa. Es una herramienta que está pensada para tratar con datos numéricos, pero se pueden hacer una infinidad de cosas con ella, incluyendo organizar calendarios o desgranar las fases de un proyecto de diseño de un nuevo producto.
Aunque lo más fácil es fijarse en las cosas que ya están diseñadas y probadas, lo mejor de diseñar productos nuevos es que siempre tienes la oportunidad de conseguir que lo que estás haciendo sea más especial que lo anterior y seguir innovando.