Diseñar experiencias de usuarios con dislexia

Uno de los principales enfoques que debe de tener un diseñador UX en mente es realizar experiencias digitales que sean entendibles, comprensibles y eficaces para los objetivos del usuario; en resumen, que sean accesibles.

Existe una amplia variedad de consideraciones al respecto de los tipos y variedades de situaciones del usuario que moldean la forma en la que las interfaces deben de ser adaptadas. 

Contra la fatiga o la diversidad visual funcional, por ejemplo, las interfaces deben de poder contar con funcionalidades que ayuden al usuario a comprender los textos que se incluyen, incorporando diferentes tamaños de texto disponibles o temas de color. 

Hoy planteamos qué consideraciones tenemos que tener al respecto de una de las neuro-divergencias más extendidas: la dislexia. 

La dislexia se entiende como la condición neurológica que afecta a la descodificación del lenguaje, específicamente a los sonidos del habla (identificación) y su relación con la ortografía y la construcción de palabras (decodificación y aplicación). Si bien esto produce una serie de incomodidades a la hora de leer, existen ciertos síntomas comunes que debemos de tener en cuenta: problemas para concentrarse o mantener la atención, mala memoria para el corto plazo, lectura lenta y dificultosa, complicaciones a la hora de comprender texto, faltas ortográficas comunes… Una condición común en personas con dislexia es la discalculia, divergencia que provoca dificultades en la comprensión, aprendizaje y realización de operaciones numéricas o matemáticas. 

Según la OMS, el índice total de personas con dislexia está entre el 10 y el 20% a nivel global: alrededor de 700 millones de niños y adultos en el mundo se encuentran en riesgo de exclusión social y de alfabetización debido a esta condición. 

Es por ello, que en la creación de interfaces digitales tenemos que seguir un diseño cuidado, limpio, y comprensible. Si bien cada usuario tiene preferencias y experiencias diferentes al respecto de cómo contrarrestar o sobrellevar la dislexia, hay ciertas consideraciones generales que tienden a la ayuda y facilitación de la lectura.

Consejos de diseño para personas con dislexia

El texto forma parte del 80% de una interfaz digital, pues es el indicativo de contenidos, llamadas a la acción y contexto detrás de un fin concreto. 

La selección de tipografía es por tanto una cuestión vital sobre la accesibilidad enfocada a la dislexia: aquellas con líneas gruesas en partes de las letras o la inclinación parcial de los textos son mayormente indicadas para el uso enfocado a la accesibilidad que aquellas fuentes que no se dotan de estas. Si bien existen fuentes serifadas en formatos digitales, no están indicadas como óptimas para pantallas o interfaces (cómo sí se hacen para formatos físicos), puesto que las características de serifa-remates pueden distraer o hacer perder la atención de los usuarios. 

Existen muchas fuentes que están indicadas por su mejor legibilidad y accesibilidad, tales como Arial, Helvética, Tahoma, o Roboto entre otros. Además, existen en la actualidad diferentes fuentes personalizadas y optimizadas para la lectura de personas con dislexia, siendo algunas de las siguientes: OpenDyslexic y Atkinson Hyperlegible. 

La fuente tipográfica no solo es la única consideración a tener en cuenta en la creación de textos: el tamaño de los textos ha de ser suficientemente grande como para ser legible y adaptarse a las diferentes resoluciones que puedan tener los usuarios. Independientemente de este último punto, la WCAG (Web Content Accessibility Guidelines) indica que para una lectura óptima el texto debe de tener, como mínimo, un tamaño de 16 px o 12 puntos. 

Siempre que sea posible, se debe de desechar lenguaje complejo y técnico; apostar por un lenguaje simple y familiar ayuda a ser comprendido por más personas. 

Esto también condiciona al contraste del texto con el fondo dependiendo de la cantidad de texto y contenidos con textos, es preferible usar texto oscuro con fondo claro para estas condiciones, siempre destacando sobre el fondo. 

Además, la estructura y jerarquía del texto a través de párrafos, listas, títulos y subtítulos para que el contenido ayude a ser más entendible al estar más ordenado. 

Por último, hay que evitar el uso de justificación de textos, pues puede crear el fenómeno conocido como “ríos de texto” que dificulta la atención y lectura: párrafos alineados a la izquierda, con frases que no sobrepasen de 12 a 15 palabras por línea son ideales para una lectura accesible, y con suficiente espaciado por línea. Esta debe de ser siempre de 14 puntos, o el 1.5 proporcional al tamaño de la fuente, evitando aglomeraciones al disponer de más espacio en blanco que separe las filas y las diferencie mejor. 

Además, la incorporación de recursos visuales o la combinación de texto e imagen está presente en muchos aspectos y rincones de nuestras interfaces: un apoyo visual que acompañe un mensaje ayuda en la comprensión de aquello que se está leyendo y proporciona más información en menos tiempo, por lo que el uso de iconos o imágenes acompañando textos o acciones que puede tomar el usuario son cruciales.

Hay que recordar que, como hemos mencionado antes, la dislexia afecta a una gran parte del mundo, en un mundo cada vez más digital, pero a la vez, un mundo con riesgo a la exclusión. 

Siguiendo estas indicaciones, así como promoviendo un diseño limpio y simple, sin cargas cognitivas innecesarias y un lenguaje familiar, estaremos reduciendo poco a poco esta amenaza social que contempla a tanta gente divergente. 

Foto de portada de Aliis Sinisalu en Unsplash.