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No suelo escribir aquí cosas que se salgan de la temática habitual de este weblog. Ni me gusta mucho ni me parece que sea oportuno. Pero en esta ocasión no puedo evitar hacerlo, ya que ayer viernes 17 de julio puede comprobar como eso del talante va funcionando, y lo que en el pasado fue un rosario de despropósitos por parte de los políticos que mandan en esta ciudad de Zaragoza, parece que se ha tornado sensatez, fenómeno que siempre debió ser así. Ayer pude disfrutar, como otros muchos que pagaron su entrada, del directo de uno de los artistas más menospreciados del panorama musical nacional.
Fermín Muguruza, con más de 40 años en las espaldas, su asma que ya casi es signo de valentía por seguir en la brecha, y la reciente denominación y subsiguiente censura y prohibición de actuaciones que ha sufrido, estuvo anoche en Zaragoza. Y demostró por qué diferentes generaciones le acompañan en sus visitas a la capital del Ebro, y a tantas otras. Un directo incontestable, músicos de un nivel casi insuperable, una puesta en escena contundente a la par que sencilla, y sobre todo muchas ganas de dar al público lo que los políticos han negado en la reciente nefasta historia de España.
Fue en el barrio de Delicias, uno de esos barrios poblados de obreros provenientes de los abandonados pueblos de Aragón. Barrio que ha completado su masificada población acogiendo a otro tanto de inmigración de América del sur y de otras partes del mundo. Sólo el barrio de Delicias hay más población que en toda la provincia de Teruel.
El Pabellón de Monsalud, un espacio público municipal, fue testigo del evento. Era una fiesta organizada por el coleutibo de mosicos en esfensa de L?aragonés, bajo el lema «As luengas d´os chobens, os chobens d´as luengas». Yo si he de ser sincero no comparto el ideario nacionalista, de ningún tipo, pero la ocasión de comprobar si en esta ciudad había cambiado algo era la ideal. Al Ayuntamiento de Zaragoza no le es nuevo eso de prohibir conciertos. Pero ahora el clima parece otro, y había que comprobarlo.
Y efectivamente así fue. Ambiente festivo, música en directo, gente joven de esa a la que un recién treintañero como yo ve por primera vez en un concierto, mensajes reivindicativos en las camisetas del personal, y muchas ganas de pasarlo bien. Ayer se pudo ver eso que ponía en la negra camiseta de un chaval que tenía delante: como puedes ver, mi guitarra no dispara.
Más de dos horas de un Fermín Muguruza en un pletórico estado de forma diero paso, tras una inesperada y masivamente jaleada interpretación del Himno de Riego con trompeta, y el obligado Gora Herria (Viva el pueblo), y un inesperado pero igualmente jaleado Sarri, Sarri, a la nueva formación de Mallacán, banda zaragozana con claras influencias del de Irún.
Pero a mi lo que me importaba es ver que en mi ciudad, de nuevo, se puede ir a ver un concierto de música. La música es cultura, y nunca debió de dejar de serlo.
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