Memoria a corto plazo: conocerla para una mejor experiencia de usuario

Experiencia de usuario
16/3/2022
|
Torresburriel Estudio
Memoria a corto plazo y experiencia de usuario

Saber cómo funciona la memoria, ayuda los perfiles de diseño a crear productos y servicios centrados en el ser humano y que correspondan a sus capacidades naturales, evitando así pedirle esfuerzos y haciendo que su experiencia con ellos sea mejor.

La memoria es nuestra capacidad de codificar, archivar, conservar y sucesivamente volver a llamar información y experiencia pasada en el cerebro humano. Puede ser vista en términos genéricos como el uso de experiencias pasadas para influir sobre nuestro comportamiento actual.

Como dijo Jacob Nielsen: “The human brain is not optimized for the abstract thinking and data memorization that websites often demand. Many usability guidelines are dictated by cognitive limitations.” (“El cerebro humano no está optimizado para el pensamiento abstracto y la memorización de datos que requieren los sitios web. Muchas guías de la usabilidad están dictadas por los límites cognitivos.”)

La que de normal denominamos “memoria” en el uso cotidiano es en realidad la memoria a largo plazo, pero existen también importantes procesos de memoria sensorial a corto plazo, que tienen que elaborarse antes de poder crear una memoria a largo plazo. Los diferentes tipos de memoria tienen cada uno su manera particular de operar, pero todos cooperan en el proceso de memorización y pueden ser vistos como tres pasos necesarios para formar una memoria duradera.

Aquí explicaremos cuáles son los diferentes tipos de memoria y cómo funcionan.

La memoria sensorial

Buena parte de los eventos que observamos y de los cuales no somos conscientes pertenecen a la memoria sensorial. Las informaciones que percibimos desde el ambiente se conservan por muy poco tiempo en su interior y en algunos casos pueden pasar a la memoria a breve término. La memoria sensorial se puede dividir en memoria icónica y memoria ecoica.

  • La memoria icónica

A menudo llamada memoria sensorial visual, es aquella que mantiene durante un periodo de tiempo muy corto la representación de una escena percibida. Esta memoria está a menudo relacionada con la percepción visual de un elemento y por esta razón se puede definir como “persistencia de la traza visual”.

En 1960, George Sperling, un psicólogo americano, que fue el primero en demostrar la existencia de un registro sensorial de la información visual, intentó descubrir cuántos elementos conseguían recordar las personas habiéndolos visto por un lapso de tiempo muy corto (50 milésimas de segundo). Sus resultados fueron los primeros en dar una prueba experimental de la existencia de un almacén de memoria sensorial. Estudios posteriores demostraron después que la duración de una representación icónica podía variar desde los 200 a los 400 milésimas de segundo.

  • La memoria ecoica o auditiva

La memoria sensorial de tipo auditivo se llama ecoica y es la forma de memoria sensorial de los sonidos percibidos. Esta es importante en diferentes áreas, como por ejemplo la lingüística. Es la memoria que nos permite comprender numerosos sonidos y de retener una representación hasta que no seamos capaces de comprender la palabra completa. Algunos estudios han demostrado que la memoria ecoica puede durar hasta 20 segundos.

La memoria a corto plazo

La información puede llegar a la memoria a corto plazo a través de dos vías: la memoria sensorial y aquellos a largo plazo. La memoria a corto plazo trabaja sobre las percepciones y representa la capacidad de recordar los elementos apenas percibidos y analizarlos en términos de lo que ya conocemos (“Cognitive Psychology” de Karl Haberlandt, 1994). Usamos esta memoria para recordar, por ejemplo, si está llegando un coche después de haber mirado en un cruce de calle.

En particular se han estudiado dos efectos en lo que respecta a este tipo de memoria: la tendencia a recordar las palabras que se encuentran al principio de un discurso, olvidando aquellas que se encuentran en el medio, definido como efecto de primacía; y la tendencia a recordar las palabras que se encuentran al final del discurso, definido como efecto de recencia.

Lo primero se debe al hecho de que las palabras de un listado tienen mayores oportunidades de ser recordadas porque son las únicas disponibles en el momento de la lectura. Las últimas palabras se quedan en la memoria por el mismo hecho de ser las últimas (Atkinson & Shiffrin, 1968).

En este punto puede surgir la pregunta: ¿Cuánto tiempo se quedan las informaciones guardadas en la memoria? La respuesta es fácil: los estímulos percibidos se quedan en la memoria por más de 20 segundos si no los repasamos. George Miller demostró que de media las personas son capaces de mantener en la memoria a corto plazo alrededor de 7 elementos, da igual que sean número, letras, palabras u otra cosa. De allí la importancia del número 7 en la experiencia de usuario.

Hay que especificar que cuando hablamos de elementos, nos referimos a “chunks”, es decir, a bloques de información. A través de la operación de “chunking”, así definida por el mismo Miller, la información se simplifica gracias al uso de una regla asignada por la persona. Podemos entonces concluir que la cantidad de información almacenada en la memoria a corto plazo depende de la regla que se usa para recordar.

La situación cambia si estamos hablando de material de tipo verbal porque este no se recuerda en base al número de letras o de palabras. Se memoriza en base al significado que la información posee. Resultaría complicado memorizar 14 palabras sin orden, pero si estas tienen un significado podemos recordarlas, las catorce y muchas más…

Aunque elaboremos las informaciones a través de modalidad sensoriales, la mayor parte de estas se elabora a nivel verbal. Por ejemplo cuando olemos una rosa, la primera cosa que acordamos es la misma palabra que identifica el objeto.

Las informaciones verbales se memorizan en la memoria a corto plazo de tipo fonológico. La mayoría de la información que recibimos por el sistema visual, sin embargo, no son verbales.

Reconocemos los elementos, percibimos su colocación en el espacio, nos orientamos en el ambiente que nos rodea y podemos mirar objetos para después describirlos sin tener que mirarlos otra vez. Esto nos lleva a la conclusión que poseemos una memoria de trabajo que contiene informaciones visuales obtenidas por el ambiente que nos rodea a través de órganos sensoriales o a través de la memoria a largo plazo.

Muchas cosas que vemos ya son familiares y no hay que elaborarlas desde cero; la memoria visual a corto plazo no debe registrar todos los detalles de un objeto pero tiene que seleccionar un prototipo que se adapte al objeto, añadiendo pocas nuevas características para representarlo mejor.

Conclusión y repaso

La información que viene desde la memoria sensorial y de aquella a largo plazo viene repasada, se transforma en objeto de reflexión, viene modificada y luego desaparece. Algunas informaciones controlan comportamientos constantes y otras causan cambios en la memoria a largo plazo pero ninguna se queda en la memoria a corto plazo. La actividad de repaso impide el decaimiento de la información, pero la memoria de trabajo perdurará en las informaciones. Estas, además, se quedan en la memoria solo cuando se usan y elaboran pero una vez que nuestra atención no está sobre estos elementos, estos decaen para dejar espacio a otras informaciones.

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